dimarts, 19 d’agost del 2014

De las horas que se transforman en días.
De encontrarse a uno mismo,
visto desde el otro lado de la ventana, 
siendo el sol que te acaricia el cuerpo 
entre las sábanas viéndome dormir. 
De la paz de tus ojos 
y los escalofríos al oírte (y poder verte al mismo tiempo), 
mientras me río por un sinfín de posibilidades que quedarán, 
por siempre, en ese 
“por lo que nunca será” 
al otro lado de la ventana. 
De como has provocado la revolución en una piedra perdida que rueda sin rumbo,
a ciegas,
escondiéndose de todo,
menos de ti,
flotando entre tus cuatro paredes y tu voz.


De encontrar, en alguien, un refugio donde escapar.

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