dimecres, 15 de maig del 2013

a finales de este círculo,

suena de fondo el rodillo de otra pistola, esta me apunta desde un lado, y yo tembloroso empiezo a caminar, sujeto de alguien que está intentando que no caiga en este abismo. De nuevo me azota un pitido que me estremece, han vuelto esos gritos en mi cabeza, y creo que no sé como escapar de ellos. Nada está funcionando, excepto el negativismo que llevo dentro, que me hace pensar que solo sirvo para derrumbarme, para tener que estremecerme por no ser yo y a la vez me pide a voces que sea yo, que grite todo lo que me está azotando por dentro. Y no sé salir sin dejar que mis entrañas no empiecen a arder. Curioso es que la primera vez que oí esto lo encontré una ridiculez, y ahora no encuentro más palabras para describir lo que siento, ese ardor y esos gritos. No hay bloque de hielo, ni viento que va y viene. Soy yo, a solas con algo que no puedo ni poner en palabras, algo que quizás no es más que un aislamiento contra todo y el no tener la capacidad de estar completamente lúcido, ordenar mi cabeza y sacarle algo que mi diga que sí, que esta vez puedo. Pero no, eso no va a suceder, como tampoco voy a poder el miedo escénico con los que ya no son desconocidos. Cuanto menos conoces más puedes dar, y ser uno mismo. Es fácil. No hay prejuicios, no hay verdades absolutas ni conocimiento sobre todo esto. Solo somos dos sujetos aleatorios que hemos empezado a hablar, por desahogarnos, entre humo y palabras perdidas. Somos aire enrarecido que se cruza y se desvanece. Y tú, - que soy yo, ¿me recuerdas? -.