Deseo
con tanta fuerza que esa burbuja que le rodea exploté de una maldita vez que me
rompo solo en pensar que él sigue regodeado en su gloria de ser perfecto.
Jodido azar, es tan estúpido por dejar que alguien tenga hijos como si fueran
muebles para vender, para dar o para lanzar a la más mínima. A su lado me
siento como un perro abandonado, me siento como si todo lo que me pasase jamás pudiera
explicárselo. ¿Para qué? Tengo 16 años y todo es una mentalidad de estúpido influenciado
por el entorno con opiniones propias y no con cosas que han pasado, con hechos.
Hechos. La gran palabra que desconoce. Las cosas pasan, yo lo vivo y no se da
cuenta. No se quiere dar cuenta. Su preciosa familia de “Pin y Pon”, en su
caso, de quita y pon para mi, ha hecho impedirle ver que nosotros seguimos
aquí, con todo lo que cargarnos encima y que nos ha ido dejando intentando
entender el porqué de tanta destrucción contra nuestra persona.
Y después de tanto traqueteo, de tanto sin sentido y de tanto grito desmesurado me voy con la sensación de haber perdido más yo de lo que él en realidad ha podido perder. Dudo que aún se haya dado cuenta de esto. Y con esto me refiero a su hijo, el susodicho en cuestión yo mismo.
El día que quiera tener un hijo ya me vendrá a buscar, pero para ese entonces tal vez ya no me encuentre. Cuatro años siendo su saco de boxeo dan para una lista tan absurdamente larga que ni todo el oro, ni promesas, ni tan siquiera un abrazo (algo que no recibo por su parte desde hace incontable tiempo) podría cambiar el futuro que se ha buscado con sus hijos: la soledad de una familia perdida. Por su afán de gloria y por sus ganas de querer tenerlo todo por fuerza y no por cariño. Y por todas las veces que hubiera deseado que hubiera venido a por mí y haberme podido romper en sus brazos, adéu.
Y después de tanto traqueteo, de tanto sin sentido y de tanto grito desmesurado me voy con la sensación de haber perdido más yo de lo que él en realidad ha podido perder. Dudo que aún se haya dado cuenta de esto. Y con esto me refiero a su hijo, el susodicho en cuestión yo mismo.
El día que quiera tener un hijo ya me vendrá a buscar, pero para ese entonces tal vez ya no me encuentre. Cuatro años siendo su saco de boxeo dan para una lista tan absurdamente larga que ni todo el oro, ni promesas, ni tan siquiera un abrazo (algo que no recibo por su parte desde hace incontable tiempo) podría cambiar el futuro que se ha buscado con sus hijos: la soledad de una familia perdida. Por su afán de gloria y por sus ganas de querer tenerlo todo por fuerza y no por cariño. Y por todas las veces que hubiera deseado que hubiera venido a por mí y haberme podido romper en sus brazos, adéu.
Y aunque no lo creas, me encantaría tener un
padre,
y poder decir que estoy orgulloso de él.
y poder decir que estoy orgulloso de él.